
Camlito y Romi fueron a Buñol a festejar la fiesta del tomate. Durante horas se revolcaron en las calles empapadas de sudor y jugo rojo. Miles de cuerpos se baladeaban por entre las calles y ellos se dejaban penetrar por cada uno que pasara a su lado. El Sol los cocinaba y aroma que emanaban les era conocido. Sabía a Camilo sudando. Sabía a Romi desnuda. Camilo y Romi acabaron pronto. Acabaron felicies de haber sido partícipes de esa lucha de jaurías del tomate.
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